La Cabeza de Dragón. Teatro para infancias

 Imperdibles vacaciones de invierno en el teatro


Un acto de amor que vale más que un millón de cuentos felices 


     Ariadna Bufano, directora de la Farsa de la Cabeza de Dragón    
      Foto: Carlos Furman. 
      Fuente: website Complejo teatral de Buenos Aires


En el Centro Cultural 25 de Mayo, la directora Ariadna Bufano presenta su interesante adaptación de la Farsa de la Cabeza de Dragón de Ramón María del Valle-Inclán


Criticona Creativa

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Ficha artístico-técnica: Intérpretes: Lorena Azconovieta; Andrea Baamonde; Yanina Campanini; Mariano del Pozzo; Brino Gianatelli; Julia Ibarra; Ludmila Man; Morgana Marchesi; Lucila Mastrini; Fernando MOrando; Estanislao Ortiz; Olavia Paz Campos; Esteban Quintana y Gabriela Zamboni - Vestuario: Katy Raggi - Diseño de títeres: Estevan Quintana - Diseño de mecanismos: Alejandra Farley - Realización de títeres: Alejandra Farley, Katy Raggi, Inés Sceppa, Ivo Siffredi junto al equipo de Escultura del CTBA - Escenografía y objetos: Estanislao Ortiz - Música original y dirección musical: Paula Vargas - Adaptación y dirección: Ariadna Bufano. (Centro Cultural 25 de Mayo Av. Triunvirato 4444 C.A.B.A.  Todos los días a las 16h durante las vacaciones de invierno)


Es imposible saber qué pensó Ramón María del Valle-Inclán cuando vió estrenada su Farsa infantil de la cabeza del dragón en 1909, en España. Aunque sí podemos suponer con gran acierto, que no la imaginó representada 120 años después por el Elenco de Titiriteros del Complejo Teatral de Buenos Aires, en una versión tan acorde a la valoración y el respeto que se merecen los más jóvenes, cuidando sus necesidades estéticas y culturales, como es habitual en los espectáculos ofrecidos por este prestigioso grupo, que siempre se asegura de favorecer el desarrollo de la imaginación de grandes y chicos con los estímulos y significantes poéticos que suelen maravillarnos.

La cabeza del dragón, dirigida por Ariadna Bufano es una pieza que tiene todos los condimentos de la farsa y también la dulzura, ingenuidad y la esperanza de un mundo más justo por parte de sus protagonistas: El príncipe Verdemar y La señora Infantina. 

En una estética digna del mejor teatro títeres, que me recordó a la adaptación libre  del cuento clásico de la Bella y la Bestia que presentó Ariel Bufano en 1993, esta adaptación de la obra de Del Valle Inclán, nos maravilla con elección de la técnica de personajes manipulados con varilla y compuestos con las piernas prestadas sus titiriteros, además de un dragón impactante y colosal que sí aparece en esta versión y no es una insinuación de la extraescena como sugiere la dramaturgia original. 

Tanto el trabajo de interpretación y manipulación de los titiriteros, el colorido de los vestuarios y la escenografía, las luces y la música de esta obra, hablan de la calidad de los artistas que la desarrollan y nos permiten descubrir la historia del nuestro héroe y nuestra heroína, que comienza con el príncipe Verdemar, quien debe huir de su tierra luego de liberar honesta y desinteresadamente a un duende revoltoso que había sido capturado en el reino de su padre.  Es así, como Verdemar  conoce la realidad de otras comarcas y a una doncella, la señora Infantina, una princesa que acepta ser entregada a las fauces de un dragón como sacrificio para que la bestia no destruya las tierras del rey Micomicón, soberano de dudosa honestidad y que usa leyes y tradiciones antiguas para su propio beneficio mientras su pueblo sufre hambre, inseguridad e injusticia.

Otros personajes pícaros y osados o mal intencionados delincuentes también, son los que se cruzan en el camino de los protagonistas jóvenes tratando de sacar provecho de lo que acontezca. Así aparecen los aliados y los enemigos de nuestros adolescentes heroicos,  que se entraman en una historia que no castiga a los malos pero tampoco desesperanza a los no tan malos. 

Esta pieza dramática encierra  una crítica social y política que describe la corrupción de los círculos sociales más poderosos, la crisis de la monarquía española,  el avasallamiento de los derechos de los menos afortunados y el surgimiento de la clase obrera en la sociedad española de principios del siglo XX, bajo la forma de una fábula que mezcla la fantasía mágica de los cuentos de hadas, las aventuras y duelos de los cuentos de caballería y la risa burlona y liberadora de la farsa. Y que no se olvida de la mirada esperanzadora y bien intencionada de los más jóvenes, que luchan para imponer algo de justicia en un mundo de reglas difusas y embusteras. 

Proponer esta obra para la cartelera de vacaciones de invierno es más que una propuesta osada e inteligente. Es considerar a los niños como parte de esta sociedad y mostrarles que si bien muchas veces los finales no son felices, se puede trabajar en hacerlos menos injustos. 

Tratar a los niños como sujetos de derecho garantizandoles el acceso a la cultura, el esparcimiento y el arte, no subestimando su capacidades y necesidades y estimulándolos con todos los recursos poéticos del teatro, es incluirlos como parte activa de la sociedad en la que viven y es demostrarles un acto de amor que vale más que un millón de cuentos con finales felices. 

La cabeza del dragón, dirigida por Ariadna Bufano e interpretada por el grupo de titiriteros del Complejo teatral de Buenos Aires es una opción imperdible para estas vacaciones. ¡Que la disfruten!


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